Lo que más anima a la gente del mundo a esforzarse por algo es el deseo de disfrutar, y para ello, intentan controlar las circunstancias que impiden su disfrute; intentan controlar el clima; la economía; la pareja; el tiempo y hasta tratan de controlar la belleza a través de cirugías plásticas, peluquerías, maquillaje, vestuario, etc.; aun así, podemos ver que estos intentos siempre fracasan, nunca producen plena satisfacción ya que los deseos son cambiantes, esto se evidencia en el hecho de que la gente está permanentemente viajando de un rincón del planeta a otro, cambiando de profesión y hasta de religión. Hacia aquello que me promueve el máximo grado de disfrute hacia eso es que voy corriendo, y para controlar las circunstancias que puedan impedírmelo, uso cualquier metodología tanto lícita como ilícita. Pero la experiencia, la conclusión colectiva, es que no podemos controlar ni nuestra alegría, ni nuestra salud, ni nuestro amor, ni nuestra seguridad.

En este afán de complacer nuestros deseos de disfrutar experimentamos angustias, insatisfacciones y aburrimiento, incluso de los mismos disfrutes; en fin, queremos volvernos amigos de todos, mostrando nuestro altruismo, pero también fracasamos ahí, porque no sabemos a ciencia segura qué es bueno para nosotros. Si no hemos logrado alegría y claridad en nuestros intentos de disfrutar y de controlar, ¿Cómo podríamos proveer una buena ayuda a los demás? Todos estamos sujetos a leyes y circunstancias creadas por nosotros en el pasado y por el destino y tenemos que aprender lo positivo de las más diversas circunstancias.
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